Palabra poderosa: Viajar

Edimburgo, la vieja chimenea

Edimburgo, la vieja chimenea

¡Ay Edimburgo! Qué mal que hicimos cuando buscamos dónde alojarnos en la ciudad. Nuestra llegada coincidía con un festival y la ciudad estaba repleta de artistas de todo tipo por lo que nos costó bastante encontrar dónde alojarnos. El mejor lugar que vimos era una casa en un barrio que no parecía muy alejado del centro. Dos horas y media más tarde y luego de cruzar toda la ciudad caminando llegamos a las puertas de nuestra anfitriona, una húngara llamada Eniko. [smartslider3 slider=237]

JAMÁS VENDEREMOS ESTA ARMADURA Y al revés que en esa gran historia, en donde la armadura ya estaba vendida, nunca pudimos vender la carpa y el equipo de camping que llevamos a cuestas. Lo intentamos en Inverness y lo volvimos a intentar en varias tiendas de segunda mano de Edimburgo. “Vayan a Cash Converters, ahí compran de todo”, nos dijeron, pero tampoco. Aunque estuvimos cerca de vender los bastones para caminar. ¡Después de todo estaban casi nuevos y nos conformábamos con nada!

Ya en la calle, pensando si tirábamos todo a la basura o qué hacíamos, Carolina se para frente a una pareja que venía caminando y les pregunta: “tenemos cosas de camping y no las podemos vender, ¿saben qué podemos hacer con ellas?”. Los pibes sorprendidos, probablemente porque esperaban un mangazo, nos recomendaron una organización cristiana que estaba a unas cuadras y que ayuda a la gente en situación de calle y allí fuimos. La carpa, bolsas, aislantes, y demás fueron recibidos con una gran sonrisa. Esperamos que esa carpa que fue nuestro hogar tantos días sepa ser el hogar de alguien más. [smartslider3 slider=238]

LA MILLA DORADA Así se conoce a la milla que sale del castillo de Edimburgo y recorre parte del centro histórico de la ciudad. No pudimos ingresar al castillo porque llevábamos una garrafa de gas, el único ítem de camping que no pudimos donar y no podíamos descartar en cualquier lado. Pasamos la tarde caminando por el centro en medio del festival entre músicos, magos, comediantes y mucha gente disfrazada. Una mención especial merece la catedral de Edimburgo que no sólo tiene un unicornio (el animal nacional de Escocia) en sus vitrales, sino que muestra varios ángeles tocando la gaita. Más escocés no se consigue. [smartslider3 slider=239]

LA CUNA DE UN MAGO Edimburgo es la ciudad en donde nació Harry Potter. No literalmente, eso sería Godric’s Hollow en Inglaterra, pero es en la ciudad de Edimburgo en donde J.K. Rowling pasó horas y horas sentada en distintos bares escribiendo la famosa saga de libros. Obvio que semejante hecho no iba a pasar desapercibido en la ciudad y al mago y sus amigos se los puede encontrar hasta en la sopa (metafóricamente, aunque calculo que alguna sopa de Harry Potter habrá en la ciudad).

Pasamos por algunos de los (ahora) históricos cafés en donde decenas de turistas se sacaban la preciada foto, y obviamente no dejamos pasar la oportunidad. Hay también lugares que sirvieron de inspiración a los libros, como un callejón lleno de tiendas de colores que tiene una tienda de bromas, o una de las escuelas locales que tiene a los alumnos divididos en casas con cuatro colores que compiten año a año para ver quién saca mejores notas. Y hasta hay una tumba de un tal Tom Riddle en el cementerio local (aunque no la encontramos). [smartslider3 slider=241]

¿UN MUSEO DE LOS JUGUETES? Un oasis de museo en medio del centro de Edimburgo en donde volvimos un poco atrás el tiempo y jugamos a ser niños. Caro me superó ampliamente en el memotest, algo de lo que no estoy para nada orgulloso. Había juguetes de todo tipo y hasta un sector para disfrazarse y jugar a ser otros. [smartslider3 slider=242]

PRECIO TURISTA Imprimir los pasajes de Ryan Air no suele ser tarea fácil en algunas ciudades. Edimburgo no fue la excepción, pero después de mucho caminar (y de escuchar la excusa de “ se me rompió la impresora” en un cyber que encontramos) encontramos una casa de impresiones que cobraba 25 centavos de libra la impresión. Salvo que lo que quieras imprimir sea un boarding pass, porque eso sale 1 libra. Sin entender si la impresora consumía más tinta por ser un boarding pass o qué aceptamos a regañadientes. A las pocas cuadras un billete de cinco libras voló a nuestro lado por la calle. El universo tiende a equilibrarse. [smartslider3 slider=240]

FUERA UBER Nuestro vuelo salía bien temprano a la mañana. Y cuando digo bien temprano es que a las cinco de la mañana teníamos que estar ahí. La parada de colectivo más cercana quedaba a veinte minutos de la casa, y el barrio no era el mas indicado para caminar a esas horas de la noche/madrugada. Intentamos pedir un Uber, pero como Larreta bloqueó las tarjetas de crédito argentinas todas fueron rechazadas y no pudimos. Por suerte en Edimburgo hay una aplicación para reservar taxis. Reservamos uno a la noche para que pase cuatro y media de la mañana a buscarnos. A las cuatro nos cancelaron el pedido.

Desesperación. Ansiedad. ¿Qué hacemos? Empezamos a probar en todos los celulares de pedir un taxi. De pedir un Uber. De encontrar otra opción. ¿Algún número de teléfono? Y cuando ya nos veíamos perdiendo el vuelo una de las tarjetas de Caro entra en Uber y un tal Mr. Martin responde heroicamente a nuestro llamado de auxilio. Un auto enorme. Cómodo. Los veinte minutos al aeropuerto mas relajados de nuestra vida. Hasta el día de hoy que me sigo preguntando si alguien no nos habrá enviado a ese chofer. Si los ángeles estuvieran en la tierra ¿usarían Uber? Claro que lo celebramos comprando un buen escocés en el duty free para llevarnos un grato souvenir de estas tierras.

Adiós Reino Unido. Ya comienza nuestra gran aventura en tren.

Próximo destino: Varsovia