Inverness, la capital de las Tierras Altas

Desde Fort William tomamos un bus en dirección a Inverness, una ciudad sobre el río Ness, donde desemboca el famoso lago. El viaje en colectivo fue bordeando todos los lagos locales, en lo que se conoce como Great Glen Way, otro largo camino escocés entre montañas, lagos y ríos. Un poco nos sentimos tentados de bajar en algún camping y volver a dormir en nuestra amada carpa. La llovizna nos acompañó todo el viaje y al monstruo no lo vimos por ningún lado. Eso sí, su peluche asomaba la cara en todas las tiendas de souvenires de cada pueblo que cruzábamos.
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A ORILLAS DEL RÍO NESS Poco sabíamos de la ciudad de Inverness antes de visitarla. Es una de las ciudades que ve Borges cuando mira dentro (?) del Aleph. También siempre la confundí con otro poema de Borges que se llama parecido. Sólo una cosa no hay. Es el recordar correctamente los nombres propios. Y para concluir con la trilogía Borgeana, siempre pensé que era la ciudad en la que Borges se encuentra consigo mismo en “El Otro” (y no, es Cambridge). Siempre imaginé entonces la ciudad como una gran calle al borde de un río en la que abundan las iglesias, las casas antiguas, y algún castillo. Inverness no terminó siendo parte de (casi) ninguna de mis referencias literarias, pero fue exactamente la ciudad que imaginé.
Como no podía ser de otra manera una tradicional llovizna escocesa nos acompañó a lo largo de los días que pasamos en la ciudad. Y claro que aprovechamos para sentarnos a descansar al borde del río, o para caminar por esa extensa calle hasta las islas Ness, a las que se llega por unos puentes y en las que uno puede disfrutar de la naturaleza y la tranquilidad. Hasta nos pareció haber encontrado restos de wild camping en estas islas, algún acampante recorriendo el Great Glen Way que quiso dormir un poco demasiado dentro de la ciudad.
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DONDE EL RÍO SE ENCUENTRA CON EL MAR El río Ness, que nace en el lago, recorre 10 kilómetros y muere en el mar, da nombre a la ciudad. Inverness significa en gaélico “Boca del Ness”. En el estuario que se forma en este encuentro entre río y mar hay una reserva ecológica y antiguamente había ubicado un crannog, esas islas falsas hechas con madera. Hoy en día hay un enorme puente que cruza el no menos enorme río y que adorna casi todas las postales que uno puede encontrar de la ciudad. Aprovechamos nuestra visita a la reserva para comer una buena picada mirando el río y el mar. La lluvia por suerte nos dejó traquilos por unas horas.
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UN MERECIDO BRINDIS La ciudad fue nuestra despedida del haggis, esa comida escocesa que tanto nos fascinó. Y qué mejor que acompañarlo con unas cervezas y un delicioso whisky local, que nos veíamos debiendo desde que empezamos a caminar. Por supuesto que la llovizna no nos abandonó un segundo en nuestra estadía en la ciudad. Así son las despedidas.
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Próximo destino: Edimburgo