Varsovia, el ave fénix

NOVENTA DÍAS Migraciones en Varsovia fue un asunto extraño. El oficial miró nuestros pasaportes y empezó a mirar sellos de acá para allá. Se veía que se dibujaban números en su cabeza, como sacando cuentas complejas de fechas. En eso nos mira y nos dice en perfecto inglés
¿Ustedes saben que se pueden quedar hasta noventa días en total en la zona? Sí, claro. Armamos un Excel para no excedernos. Muy buena idea Y selló nuestros pasaportes con una sonrisa. Nuestro paso por Varsovia era breve, apenas unas noches y después tomar un tren a Minsk dejando atrás la zona Schengen. Del aeropuerto un tren nos llevaba hasta el centro de la ciudad, entender los carteles y horarios de trenes nos fue imposible, pero siempre hay alguien que ante tu cara de turista desconcertado te señala el lugar al que más probablemente quieras ir. Gracias random desconocido por tu dedo que siempre apunta en la dirección correcta.
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POSTE RESTANTE Los pasajes de tren que nos llevarían a Belarús había que buscarlos en la oficina de correos en donde un sobre con mi nombre me estaría esperando. La oficina de correos central de Varsovia está a pocas cuadras de la estación de bus central y es enorme. Realmente enorme. Y curiosamente está abierta las 24hs. Por si algún polaco siente unas ansias irresistibles de enviar una postal a las tres de la mañana.
Nadie entendía una palabra de inglés, menos de español, pero por suerte tenía las palabras mágicas que me abrían las puertas necesarias: “Poste restante”. Nuestro “Ábrete Sésamo” indicaba a los polacos que había una carta a mi nombre. Eso y mostrar el pasaporte fue todo lo que hizo falta para que tengamos los pasajes en nuestro poder. Impresionante el servicio de las ferrovías polacas.
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NÚMERO REPETIDO En Varsovia nos enfrentamos por primera vez a lo que sería una constante en nuestro viaje a partir de ese momento. Las direcciones no son unívocamente identificadas por un número en la calle. Varios edificios, a veces a muchos metros de distancia, tienen el mismo número, y uno tiene que saber a qué edificio va además de la altura. Espero que exista otra manera porque no sé cómo hacen los carteros para dejar las cartas en el lugar correcto. Tal vez por eso no cierra nunca el correo, porque se la pasan buscando destinos.
Llegamos a la dirección del hotel y no había ningún hotel. Tocamos timbre en donde creíamos que era y nadie nos atendía. Robamos un wifi local y nos llega un mail de Booking: el hotel no es un hotel, es un departamento. El mail también venía con un código para abrir la puerta. Buscamos y buscamos y encontramos varias puertas con el mismo número, Vemos la que más parece ser un departamento (y la única que tiene una botonera para poner la clave). Probamos. Nada. Probamos otra vez. Nada. Frustrados damos varias vueltas. Volvemos a la puerta y volvemos a probar. Nada. Después de media hora aparece un muchacho rubio y gordito: “¿Están buscando el departamento? Yo soy su vecino, es por acá”. Y nos lleva a otra casa, en otro recoveco, con otro panel igual al que estábamos tocando. ¡Gracias vecino!
El departamento era en realidad tres cuartos cerrados con distintas llaves que compartían baño. La habitación era enorme y por suerte no teníamos vecinos de departamento todavía (o no los escuchamos). El mayor inconveniente vino cuando Caro se fue a bañar y se quedó encerrada en el baño. La traba de la puerta cerraba, ¡pero no abría! Intenté desde afuera con todas las cosas que pude encontrar que se parecían a un destornillador (pobre cuchara), pero no hubo caso. Después de mucho forcejear y ante mi búsqueda de cómo decir “cerrajero” en polaco, la traba cedió y Carolina quedó libre. De más está decir que nunca más trabamos el baño. Espero que nadie nos abra la puerta cuando estemos sentados en el trono.
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DELICIAS POLACAS Un imprescindible de Polonia es visitar un bar de leche. En estos bares se repartían las raciones de comida durante el comunismo y se convirtieron en auténticos bodegones de barrio. Hay varios por todos lados y cada uno tiene sus especialidades. Nos metimos en uno que encontramos cerca de la avenida que resultó ser vegetariano y nos dieron unos deliciosos pierogi de espinaca. Los pierogi son como unos ravioles grandes, también parecidos a los dumplings chinos. Nunca entendimos si venían con salsa o no, pero nos los dieron bañados en cebolla salteada. ¿Para tomar? Kompot. Una especie de jugo de ciruela casi amargo.
Otra de las especialidades de Varsovia son las zapienkas. Cuentan que durante la Segunda Guerra, en la época del gueto y los racionamientos de comida, los polacos armaban una pizza casera poniéndole queso y ketchup al pan. Por lo que cuentan de la guerra se parece bastante a los ochentas en Argentina porque yo también comía eso y era riquísimo. Hoy en día la zapienka es una pizza barata en pan francés tostado que se disfruta bañandola en ketchup picante y/o paprika.
Y no podíamos pasar por Polonia sin probar sus embutidos. Delicias de salamines, salames, y fiambres ahumados que acompañamos con unos quesos y unos panes (no tan deliciosos).
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BARRIO (NO TAN) ANTIGUO El Barrio Antiguo de Varsovia es donde se encuentra el castillo y varias plazas, pero tiene una característica que lo distingue de cualquier otro barrio antiguo en el mundo: no es antiguo. Después del levantamiento de Varsovia durante la Segunda Guerra la ciudad fue arrasada por los nazis y no quedó casi nada en pie. Completamente arrasada. Y Varsovia, como el ave Fénix, renació de sus cenizas y volvió a ser la misma hermosa ciudad que era antes. Entre otras cosas reconstruyeron por completo el barrio “antiguo”. Hasta el palacio fue reconstruido tal como era, en una enorme e impresionante muestra del temple polaco.
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PRELUDIOS Y NOCTURNOS Varsovia es la ciudad en donde nació y se formó musicalmente Fryderyk Chopin. Allí vivió hasta los veinte años, cuando se radicó en París para nunca más regresar. Bueno, tampoco tan así, porque una parte de él sí regresó, el corazón de Chopin se encuentra en una urna en la Iglesia de la Santa Cruz, tal como había pedido él. Iglesia que por supuesto se encontraba en reparaciones cuando la visitamos. En la ciudad no sólo hay una gran universidad de música y varios murales, sino que tiene algunos bancos alusivos al compositor con botones para escuchar algunas de sus obras más conocidas.
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EL MUSEO DEL LEVANTAMIENTO Uno de los imprescindibles de Varsovia. Como mencioné anteriormente durante el levantamiento de Varsovia la ciudad fue completamente arrasada. En este museo se cuenta todo lo que se vivió en esas fechas que van desde la ocupación de la ciudad por parte de los Nazis a la destrucción total. Son dos pisos en los que se recorren día a día los acontecimientos vividos. El museo es enorme y muy completo y por momentos te hiela la sangre. Al final del recorrido hay un video en pantalla gigante de cómo quedó la ciudad. Un video de apenas cinco minutos que dejó a toda la sala en completo silencio incluso mucho tiempo después de salir de la sala.
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ADIÓS SCHENGEN Nos subimos al tren con el objetivo de llegar a Moscú. La idea era pasar por Minsk, en Belarús, descansar en la capital de la Rusia Blanca, y de ahí seguir viaje. Y como dice el dicho: uno propone… pero esa es otra historia.