Palabra poderosa: Viajar

Entrevista con el vampiro

Entrevista con el vampiro

UN LADRÓN EN LA NOCHE

Salimos en el atardecer de Budapest en un colectivo rumbo al corazón de Transilvania, Brașov. El Flixbus venía casi vacío y conseguimos sin problemas dos asientos cómodos para viajar toda la noche y llegar cerca de las ocho de la mañana a la terminal de Brașov. Claro que el colectivo tenía varias paradas y en la primera, el aeropuerto de Budapest, subieron cuatro personajes misteriosos, dos de los cuales se sentaron en el asiento detrás nuestro, que ya era incómodo porque estábamos reclinados, aún teniendo medio colectivo vacío. Sospechoso. Al rato notamos que se empiezan a mover mucho y se acercan con la cara al asiento nuestro. Uno de ellos está con un fuerte catarro y Caro decide irse adelante y cambiar de asiento. Nos movemos. A las horas se mueve una de las chicas atrás nuestro. De vuelta. Claro está que no dormimos en el resto del viaje (además el cruce de frontera es con aduana incluida, pasaporte, sellito y toda la bola que ya habíamos olvidado). Caro en un momento notó que la chica movía las piernas de formas extrañas, tan extrañas que le pateó la mochila tres veces en el piso. Al fondo del micro roncaba un turista yankee, un tal Jason, espero haya despertado sin que le falte nada. Nosotros nos bajamos en Brașov a las seis de la mañana, sin dormir, y a patear por la ruta hasta el hotel.

BRAȘOV

Brașov es un pueblo pequeño en el medio de los Montes Cárpatos. Tiene una iglesia que se prendió fuego hace varios años y se tiñó con el humo, ahora se llama Iglesia Negra. También tiene un precioso barrio medieval de casas bajas y coloridas para pasear, mirar el atardecer, y tomar un café. Y también tiene un enorme cartel que dice Brașov en lo alto de una colina al más puro estilo Hollywood. Estando en medio de Transilvania y siendo una de las puertas de acceso al histórico castillo del conde uno creería que estarían rodeados de alusiones a los vampiros y muñequitos, pero nada que ver. Incluso pareciera que les molesta el monotema de los vampiros. Y es entendible, después de todo, y como aclaran en el castillo, los vampiros tienen más que ver con otras tradiciones, como la húngara (la famosa condesa Erzsébet Báthory es húngara, e incluso parece que el rey Matthias Corvinus fue uno de los inventores de las habladurías acerca de Vlad Tepes), que con la rumana. En Brașov paramos en un hostel que nos trató con todos los lujos. Nos recibieron temprano, nos guardaron las mochilas, la cocina estaba completamente equipada, y la ducha era tan grande que entrabas a ducharte a caballo si así lo querías. Y en el supermercado encontramos unos guisos rumanos enlatados que fueron nuestra deliciosa cena. Rumania, te perdono lo que me hiciste llorar en el ‘94.

EXTRAÑOS APOSENTOS

El famoso castillo, llamado Castillo Bran, queda a unos kilómetros de distancia. El colectivo local que sale del Autogar 2 te lleva a cada hora y te deja en la puerta. Tiene un cartel que dice Brasov – Rasov – Bran. Para volver lo tomás de vuelta del mismo lugar en que te deja (pero enfrente, claro está). En la entrada al castillo hay una gran feria de baratijas y quesos. Las baratijas tienen todo que ver con caballeros medievales, vampiros, y monstruos. Hasta hay una casa del terror con luces y sonido. El Castillo Bran es mucho más que el castillo en el que vivía Vlad Tepes, eran los aposentos de la reina María de Rumania, y en todas las habitaciones se conservan aún cosas de época. Por supuesto, el piso más alto del castillo está dedicado a Vlad Tepes, la leyenda de Drácula, y la película. Una de las cosas que se menciona por ejemplo es que su nombre, Dracula, significa hijo de Dracul, hijo del demonio. Esto se debe a que su padre era caballero de la orden del dragón, y el dragón era uno de los símbolos del demonio (como por ejemplo en la leyenda de San Jorge). Saliendo del castillo uno se va con la sensación de que hay siempre más de una campana en cada historia, y no sé si escuchamos mucho la historia de Vlad Tepes contada por él mismo.

BUCAREST, ¿LA PEQUEÑA PARÍS DEL ESTE?

De Brașov nos subimos a un tren temprano a la mañana y salimos rumbo a Bucarest. Los pasajes si se compran por internet tienen un descuento, y con imprimirlos estás. Claro que en el hostel los imprimieron sin problemas. En el asiento que nos tocaba viajar había una mochila olvidada y eso nos disparó todas las alarmas. En todos lados que estuvimos había carteles indicando que dejar una mochila sola era delito y advertencias de todo tipo. Se ve que en Rumania se lo toman más relajados, a los minutos de arrancar el tren llegó la dueña de la mochila que se había bajado a fumar un pucho. El viaje es lento, pero entretenido. Llegamos un poco alertados a la terminal de Bucarest, habíamos leído muchas cosas y la mayoría no muy buenas. Desde preocupación por choreos, a estafas, a mendigos violentos. Por suerte más allá de encontrarnos con una típica terminal de tren de las afueras de una ciudad no pasamos. Teníamos hasta terminada la tarde para recorrer la capital de Rumania y no perdimos un minuto, nos subimos al subte para ir rumbo al centro antiguo y poder conocer los edificios de época y las iglesias ortodoxas. El subte en Bucarest es enorme. Hay espacio entre los asientos para meter un elefante. Y hay un guardia de seguridad que viaja en cada vagón. Habíamos leído que habían tenido varios problemas de robos en el subte, pero la “solución” parece un poco excesiva. La ciudad de Bucarest no es particularmente pintoresca, se nota en el estado de los edificios y las calles que el paso de Ceaușescu fue devastador. También era la primera vez en la vida que entrábamos con Caro a una iglesia ortodoxa y quedamos gratamente shockeados por los íconos y el color.

Aprovechamos para conocer el Palacio del Parlamento, un edificio enorme que se construyó en la época del comunismo. Es el segundo edificio administrativo más grande del mundo, después del Pentágono, y el más pesado del mundo. Tiene más de mil salas, de las que sólo se utilizan cuatrocientas, y también tiene un costo de electricidad y calefacción comparable con el de una ciudad pequeña.

BARRILES DE CONTRABANDO

Para viajar de Bucarest a Istanbul, dado que nuestra idea original que era hacerlo en tren era imposible, contratamos un colectivo que salía a la tarde y llegaba de madrugada a Turquía, pasando por Bulgaria. En el colectivo viajábamos con varios rumanos que estaban solos, pero se conocían entre ellos. En la frontera con Bulgaria paramos para subir a tres chicas, y una de ellas hablaba algo de español y aprovechó para practicarlo con nosotros. Nos contó que iban a Turquía “de compras”. Un dato importante del colectivo es que tiene servicio de a bordo. Una señora rubia iba de acá para allá sirviendo fanta en vasito, repartiendo agua en tarritos (cerrados, como yogur, pero transparente), y hasta repartiendo bananas (que compró en una parada técnica en Bulgaria). Creo que fue una de las comidas más sanas que hicimos en el viaje. Ya llegando a la frontera con Turquía empezó lo misterioso (la frontera con Bulgaria fue un trámite en el que ni bajamos del micro). La azafata pasaba por todos los asientos (menos el nuestro) preguntando “¿Free shop?” y entregando una botella de vodka y plata a los que decían que sí. Después de salir de Bulgaria paramos cinco minutos en un duty free en el que todos bajaron y compraron cigarrillos. En la frontera bajamos del colectivo y cruzamos a pie, cada uno llevando sus valijas, donde hicimos migraciones y aduanas. Nos preguntaron más cosas acá que en todo el resto del viaje, pero pasamos sin mayores problemas que tener que responder mucho medio dormidos. Después de cruzar la frontera la señora recolectó todas las botellas y puchos y el micro tuvo una parada misteriosa en medio de la ruta, y seguimos viaje a Istanbul en donde llegamos… a las tres de la mañana. Bastante más temprano de lo previsto (y sin ninguna reserva para esa noche). Seguimos unas cuadras al grupo que viajó con nosotros para ver si iba a algún hotel, pero todos se metieron en un mismo departamento y desaparecieron. Y empezamos nuestra travesía de preguntar por una habitación libre:

Salaam alaykum Alaykum salaam İngilizce biliyor musunuz? No room. Hasta que conseguimos un lugar un poco caro, que tenía habitación, desayuno, y en el que pudimos recuperar sueño para empezar nuestra aventura en Turquía, que queda para la próxima.