Fez, otra vuelta

Nos despedimos de Musta y el desierto temprano a la mañana y nos subimos al auto con nuestro chofer rumbo al norte. El viaje era largo y Argentina jugaba contra Croacia en un partido que no íbamos a llegar a ver.
MAÑANA EN EL ABASTO Antes de abandonar la región del desierto nos quedaba una última visita al mercado de Rissani, un antiguo mercado donde antiguamente partían las caravanas y que ahora sirve de mercado central de la región. Nos recibió un guía en atuendo Bereber, los nómades de la región. Conocimos los pasillos en donde venden especies, frutas, verduras, carnes y productos artesanales. Como muchos de los vendedores llegan de sus pueblos en burro, hay una gran plaza que hace de parking de burros donde los dejan mientras hacen sus negocios en el mercado. Por último y rodeando el mercado están los distintos corrales en donde se venden vacas y corderos. El mercado de Rissani en esta mañana está lleno de vida y de gente comprando y vendiendo. Las vacas y corderos se marcan atando sogas en el piso para delimitar lo que es propio de cada uno. Con las verduras es más fácil porque no se mueven.
[smartslider3 slider=154]
NO TAN DISTINTAS El camino a Fez nos lleva nuevamente a atravesar el Atlas, esta vez por una sección en la que las montañas son más bajas. Nuestro chofer, después de días de conocernos, ya se va soltando más. Nos fue enseñando un poco de Bereber a lo largo del viaje y parece disfrutar este último día de ruta. De camino pasamos por un pueblo llamado Ifrane, conocido como La Pequeña Suiza. Ifrane tiene construcciones al más clásico estilo europeo y no se parece en nada a una ciudad marroquí. Paramos en la plaza central para dar unas vueltas. Musta deja el coche en un enorme cartel de Prohibido Estacionar. “No aplica a los turistas” dice entre risas. Bajamos del auto y caminamos un poco por la plaza. De entre la gente salen a recibirnos dos personas disfrazadas de Mickey Mouse. Uno incluso nos pide un beso. Tétrico es poco.
[smartslider3 slider=155]
LLEGANDO LOS MONOS Pasamos por Azrou, un bosque de cedros, en el que nos detenemos un buen rato. El bosque es hogar de varias familias de monos que salen a recibirnos. Varios vendedores en el bosque ofrecen maní y frutas para convidarle a los monos y que estos te saluden, pero David tenía unos duraznos y naranjas y los compartimos con nuestros compañeros primates. Tan acostumbrados están a los turistas que uno de los monos incluso se acercó a David y le tiró suavemente del pantalón cuando vio que le daba a los demás monitos y no a él. Un mono con modales.
[smartslider3 slider=156]
FEZ, ALOJARSE EN LA MEDINA Llegamos a la ciudad en el entretiempo del partido. Mustapha usó su plan de datos para poder ver el partido en uno de esos sitios de transmisión online, pero la señal iba y venía, igual que las esperanzas de Argentina de poder hacer algo frente a los croatas. Apenas entramos a la ciudad nos preguntó dónde quedaba nuestro hotel, fuimos con el auto a la Bab (puerta) correspondiente, y llamó a recepción. Unas palabras en árabe más tarde estaba Yusef esperándonos en el estacionamiento de la Bab para llevarnos a la puerta de nuestro Riad. ¡Así sí que no nos íbamos a perder en el laberinto! Hasta luego Jessica y David. Hasta luego Musta. O en Bereber “laer jamelu walidin” (que claramente no se escribe así…)
[smartslider3 slider=157]
FEZ, RIAD EL ARTISTA Nuestro riad era un lujo. Varios pisos, un patio central con fuente, sillones para relajar, y una habitación enorme con baño privado y bañera. Yusef nos recibió con el partido en su celular. Hubiera sido mejor no haber visto a Caballero regalar tanto, pero se agradece la hospitalidad. El riad quedaba en la medina, pero bien cerca de una de las puertas más alejadas. Lo suficiente como para salir a conocer sin vivir de lleno el bullicio.
[smartslider3 slider=158]
FEZ EN VIERNES, DÍA SANTO A la mañana del dia siguiente nos dispusimos a dar unas vueltas por la medina y Yusef nos advirtió: es viernes, la mayoría de los locales están cerrados. Como ya habíamos visto la medina casi vacía en Ramadan nos pareció innecesario repetir la experiencia y nos fuimos a caminar por Nouvelle Ville, el barrio judío, y el palacio. La plaza del palacio está repleta de seguridad y está completamente prohibido sacar fotos, excepto a las siete puertas del palacio. Siete hermosas puertas de oro, con colores verdes y azul. Los colores del Islam y de la realeza.
[smartslider3 slider=159]
FEZ, DE BAB EN BAB En nuestro último día completo en Marruecos nos metimos de lleno en el bullicio. Había un libro en el hotel que explicaba cómo recorrer la medina sin perderse, yendo de puerta a puerta, y eso hicimos. La medina de Fez con vida es otra cosa. Muchos vendedores. Muchos turistas. Gente que empuja para pasar, y a veces no de la mejor manera. Cada tanto pasa uno llevando un carro al grito de “¡balak!”, y mejor correrse a un lado porque te llevan puesto. Visitamos la única madraza de la ciudad que está abierta a turistas y pasamos por la puerta de una de las primeras universidades del mundo. También recorrimos muchas de las Babs de Fez, que por más que pases varias veces por debajo nunca dejan de llamarte la atención. La experiencia de la medina es también un poco agotadora, entre tanto grito, olores varios, y calor. Por suerte el hotel era un oasis donde recuperarse al final del día.
[smartslider3 slider=160]
¡ADIÓS MAMÁ ÁFRICA! Para volver no podíamos fallar, había terminado el Ramadán y el colectivo sabíamos de dónde salía. Nos dirigimos a la terminal de trenes para tomarlo con mucho tiempo por delante y lo esperamos. Mucho lo esperamos. La gente empezaba a impacientarse y un taxista nos ofreció llevarnos por 20 dirhams cada uno. Claro que sólo teníamos 25, suficiente para un colectivo pero no para un Mercedes. Charla va, charla viene. El taxista nos junta con un grupo de cuatro personas y nos cobra 20 a cada uno. Cuando le doy los 25 me mira y se ríe. “¿Por los dos?” pregunta. “Es todo lo que tenemos”, respondo. Vuelve a reir y responde resignado: ”Dale , suban”. Adiós Marruecos.
[smartslider3 slider=161]
Próximo destino: Sevilla