West Highland Way, o cómo enamorarte de Escocia (parte final)

DÍA 8: SUBIENDO LAS ESCALERAS DEL DIABLO, EL CAMINO A KINLOCHLEVEN Desde que analizamos el mapa en ese primer día que le tememos a este momento: el enfrentarnos con las escaleras del diablo. Entre nuestro camping y la base de las escaleras teníamos apenas una milla. Una milla que se pasó volando, probablemente porque la cabeza de ambos se preguntaba cómo serían esas escaleras y temía por nuestras piernas y rodillas. En el mapa se veía una serie punteada en zig zag que subía muchos, muchos metros. La llovizna que se anunciaba no nos daba muy buena espina.
Al final la escalera fue mucho más un juego de especulación y ansiedad dentro de nuestras mentes que un desafío insuperable y agotador. Tal vez al igual que el diablo del que toma su nombre. Pasamos gran parte de la subida admirando el paisaje mientras yo trataba de explicarle a Caro la diferencia entre los demonios y los diablos. No sé si le quedó algo en claro de toda la charla, y mucho menos cuando empecé a hablar de hierro frío y plata. Una vez arriba la llovizna que nos aguantó toda la ascensión nos hizo recordar que en Escocia el tiempo es caprichoso. Como el diablo. Ah no, esos son los demonios.
El descenso hacia Kinlochleven fue otro cantar. El terreno baja lentamente y la bajada lleva muchas horas. Que se hacen mucho más largas si el frío y las gotitas se te meten entre la ropa y no te dejan parar a descansar y comer un sánguche. Lo bueno es que eso nos hizo apurar el paso y llegar al pueblo bastante temprano. En este día cruzamos a varias personas, pero todas al igual que nosotros completamente emponchadas y preocupadas por llegar rápido.
Kinlochleven también tiene dos campings y decidimos ir al segundo, justo en las afueras del pueblo. En el camping (que también es un hotel y un restaurant) nos registramos y la recepcionista nos dijo que justo le quedaban dos lugares libres. “Yo tomo el otro” dijo la chica que estaba tomando una cerveza en la barra. Se ve que decidió sacarse la sed antes de armar la carpa. Prioridades.
El pueblo de Kinlochleven es bastante chiquito, pero muy tranquilo y encantador. Aprovechamos para dejar las mochilas, darnos una buena ducha, y salir de paseo por el pueblo a hacer unas compras y descansar en la plaza como buenos domingueros. Nos esperaba todavía un día para llegar a Fort Wiliam y desde ahí viajar a Inverness. ¿Uno? No. ¿Cómo? ¿Qué día es hoy?
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ABRIENDO PARÉNTESIS (JULIO TIENE 31 DÍAS) Cuando en el primer día del viaje armamos el itinerario tentativo con Caro teníamos solamente una fecha: el primero de Agosto salía nuestro colectivo rumbo a Inverness a eso de las tres de la tarde. (N. del E. para los que siempre preguntan cuán atrasado vengo con los posts, esta es la fecha de cuando sucedió todo esto: fines de Julio). Calculamos los días y las etapas en base a eso y claro que nos “olvidamos” que Julio tenía 31 días y contamos un día menos de camino. Por eso el 29 de Julio estábamos en Kinlochleven pensando que nos faltaban los últimos 24 kilómetros antes de Glen Navis, para dormir ahí y salir temprano a Fort William el otro día. Pero todavía teníamos dos noches por delante…
DÍA 9: LA DEFORESTACIÓN, CAMINO A GLEN NAVIS Todo tiene solución. Miramos el mapa con Caro y vimos varios lugares en donde acampar. “Intentemos llegar hasta este bosque y ahí armamos la carpa”, “Si ahí no hay un lugar, hay un bosque acá adelante que se ve bien”, “También puede ser en este bosquecito cerca de estas ruinas”. Salimos dispuestos a caminar hasta encontrar algún lugar más o menos decente. Los últimos veinticuatro kilómetros se iban a convertir en dos etapas de doce. O no…
La deforestación hizo su presencia (tal como podrían suponer después de leer el título de esta sección). En todos los lugares que en el mapa se señalaban como bosques ahora había árboles talados por doquier. Descampados repletos de troncos caídos y leña en distintos estados de descomposición. Hasta encontramos un cartel que decía “¿pensás que dejamos todo tirado? “ en donde explicaba que la leña la dejan así a propósito para que crezcan distintos tipos de insectos y hongos. No era el lugar más agradable para descansar.
Desde el camino, en alguno de los momentos en que sube a lo alto de alguna colina, se puede divisar el lago en donde según cuentan estaba el crannog en el que vivió el rey MacBeth, el mismo de la obra de Shakespeare con las brujas y las predicciones metafóricas que después nuestro gran amigo Tolkien convirtió en realidades.
Por si todo esto fuera poco la lluvia volvió a hacer su presencia y el día no se decidía entre estar soleado y pegarnos con el sol o mojarnos por completo con una lluvia abundante. Cansados. Mojados. Acalorados. Llegamos caminando hasta Glen Navis preguntándonos si no sería mejor seguir camino directamente a Fort William y buscar un hotel. Pero no, queríamos despedirnos de nuestra carpa a lo grande. Y lo hicimos en el camping más grande de toda la región. El camping de Glen Navis, frente al precioso Ben Nevis, es enorme. Repleto de carpas de todo tamaño y de caravanas.
En el camping nos encontramos con algunos conocidos del camino con lo que nos saludamos al pasar. Llegar a este camping tiene algo de llegar, de tarea realizada, por más que aún falten unos pocos kilómetros para terminar el camino.
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ABRIENDO PARÉNTESIS (¿QUÉ ES UN CRANNOG?) Los crannogs son islas artificiales construídas generalmente en lagos o lagunas, pero también a veces se encontraban en grandes ríos, en Escocia, Gales e Irlanda. Al tratarse de islas artificiales muchas veces los puentes que llevaban a ellas se construían por debajo de la línea del agua, lo que generaba que tuvieras que conocer el camino para llegar (y daba la sensación de que caminabas sobre el agua). Los forasteros que querían llegarvsin avisarse rápidamente terminaban empapados y desprotegidos.
DÍA 10: Y EL DÉCIMO DÍA DESCANSARON Nada que hacer. Alojamiento en Fort William no hay (o mejor dicho, lo que hay sale cientos de libras la noche). Entonces aprovechamos este último día de llovizna y frío para descansar, lavar la ropa, y leer un poco. Tanto caminar hizo que nuestras piernas se empezaran a poner inquietas con el reposo y nos fuimos a caminar un poco bordeando el río hasta la base del Ben Nevis y a comer una picada ahí. Todavía nos quedaban unas millas por delante, pero difícil sacarse el sabor de tarea realizada.
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ABRIENDO PARÉNTESIS (¿QUÉ ES EL BEN NEVIS?) La montaña más alta de Gran Bretaña, y por consiguiente el Munro más alto. Se estima que todos los años cerca de 100.000 personas llegan a la cima, a la que se puede llegar caminando. En el camping hay varios carteles de precaución. Si bien se puede llegar caminando el clima en la cima es muy cambiante, pudiendo haber nieve y hielo, una de las principales causas de muerte de los caminantes que suben porque no están preparados para este clima.
El Ben Nevis tiene una extraña historia de objetos que fueron depositados en o cerca de la cima. En 1911 subieron manejando un Ford T en una hazaña publicitaria que llevó cinco días. En 1928 volvieron a replicar esta hazaña con un Ford A. Hace diez años se encontró un piano. E incluso se llegó a encontrar un palo de pole dancing.
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EL ÚLTIMO ENVIÓN, LLEGANDO A FORT WILLIAM Salimos temprano del camping y caminamos los pocos kilómetros que nos separaban de Fort William. La llegada a la ciudad fue algo anti climática, después de haber visto todos los carteles que te alentaban en la primera etapa uno esperaba algo más en esta, pero no. Apenas un par de carteles publicitando placas hechas en madera para recordar para siempre que habías caminado el West Highland Way.
Ya una vez en a ciudad dos enormes carteles nos sacaron grandes sonrisas. El primero que indica el final original del camino, antes de que lo mudaran al centro de la ciudad, y el segundo en el centro, junto a la estatua del caminante cansado, donde nos sacamos la obligatoria foto.
Fort William es preciosa. Su calle principal y peatonal tiene puros locales de ventas de recuerdos de haber caminado las 96 millas o de haber subido al Ben Nevis. Parches, calcomanías, diplomas, remeras. Lo que se te ocurra. Y el infaltable Nessie saluda en forma de peluche desde todas las vidrieras. Fuimos al supermercado y compramos una buena picada que disfrutamos en las ruinas del viejo fuerte que da nombre a la ciudad. Una llovizna nos hizo buscar lugar en otro parque. La infaltable llovizna.El bus llegó quince minutos tarde. Según un señor que estaba esperando junto a nosotros esto se debía a las vacaciones escolares. Despachamos las mochilas, nos subimos al bus, y nos fuimos rumbo a Inverness con una sonrisa imborrable en nuestra cara y un cansancio profundo en nuestros pies.
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