Londres llama

UN TREN A LONDRES Nuestro vuelo nos dejó en el lejano aeropuerto de Gatwick. Por suerte los trámites de migraciones fueron bastante sencillos:
-¿Cuándo se van?
– En cuatro semanas
– ¿Tenés alguna prueba?
– Estos pasajes
– Welcome to the United Kingdom.
Ya nos habían dicho que para viajar en Londres se necesitaba la Oyster card, una SUBE inglesa, que cuesta 5 libras pero que te las reintegran al devolver la tarjeta. Claro que en el aeropuerto al que llegamos no vendían esa sino que vendían el modelo turista: 35 libras, sin devolución, pero con una carga de 30 libras. Por suerte la empleada de la boletería de trenes fue terriblemente amable y nos explicó toooodas las opciones que teníamos para pagar nuestro viaje a Londres mientras la fila se hacía cada vez más larga. La mejor resultó ser ir en tren y después en subte sacando un boleto combinado. El viaje en tren transcurrió gran parte en silencio, mientras con Caro sacábamos cuentas de cuántos pesos nos había salido ese pasaje en tren del aeropuerto a la ciudad. Pero no, mejor no hablar de ciertas cosas.
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HOGWARTS PARA MOCHILEROS El hostel al que fuimos era una enorme y antigua mansión fábrica de galletitas devenida en hotel. Muchas, muchísimas, habitaciones. Varios pisos. Armaduras en las escaleras. Como si la recepcionista fuera un sombrero seleccionador nos asignó una habitación con otros treinta pibes cuando llegamos. Salimos a recorrer un poco el barrio a una hora en la que todo estaba completamente cerrado excepto un KFC. Qué rico es el pollo frito.
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LA CALLE DE LA ABADÍA Al día siguiente nos encontramos con Mara en el enorme Hyde Park. De camino allá pasamos por la famosísima Abbey Road en donde jugamos, como tantos otros turistas, a cruzar la histórica calle y hacernos los que posamos para la tapa de un álbum. Hay una cámara que constantemente muestra la esquina, si hubieran entrado a ese link a tiempo nos hubieran visto payasear un rato. Creo que nunca imaginaron los Beatles el descontrol de tránsito que iban a ocasionar en el futuro cuando sacaron esas improvisadas fotos.
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UN PICNIC EN EL PARQUE En el parque había un enorme recital. Por una semana nos perdimos de ver a Roger Waters, pero tocaba Michel Bublé que siempre es un buen premio consuelo (?) El parque es enorme, hay un memorial a Lady Di y tiene un museo de arte gratuito en el que pudimos ver una extraña exhibición de barriles.
Mara nos agasajó con unos wraps de pollo y nos llevó a recorrer los highlights de Londres. En Picadilly Circus nos cruzamos con una enorme Marcha anti Trump que iba decorando la ciudad con cintas de peligro. Visitamos el precioso Barrio Chino de Londres y cuando estábamos empezando a regresar para planear la cena nos agarró una inesperada lluvia londinense. Empapadas, aguados nuestros planes de comer y tomar algo afuera, nos fuimos al hotel en donde una buena ducha y un plato de comida caliente nos repuso las energías para no caer engripados. Mara no tuvo la misma suerte.
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Y CAMINAR, Y CAMINAR, Y CAMINAR, Y CAMINAR Londres es enorme y nuestras ganas de no dejar piedra sin voltear eran altas. Habremos caminado entre 25 y 30 kilómetros por día, recorriendo los distintos barrios y sitios que hacen tan famosa a esta ciudad.
Una constante de nuestro viaje es encontrar sitios históricos en reparaciones y Londres no quería quedarse atrás. Ni más ni menos que el famoso Big Ben se encontraba totalmente tapado y oculto a nuestros ojos turistas. Londres va a estar sin su icónico reloj por un tiempo, y nosotros nos quedamos con las ganas.
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UNA(S) TARDE(S) EN EL MUSEO También aprovechamos para visitar algunos de los (¡gratuitos!) museos que Londres tiene para ofrecer. El tiempo es poco y los museos son tan grandes que tuvimos que elegir y nos concentramos en el museo de Albert y Victoria que tiene una enorme colección de arte decorativo y arte de distintas regiones del mundo, y el gran museo Británico. Acá por fin pudimos apreciar, entre otras cosas, las decoraciones del Partenón que Grecia reclama hace tanto tiempo. Hay un poco de justicia poética en que las entradas a estos museos sean gratuitas, después de todo son todas cosas que fueron robando por el mundo las que se exhiben.
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LA COLINA DE LA VIDA Al atardecer nos volvimos a encontrar con Mara y Claudia que vino de visita a Londres para vernos y nos fuimos a tomar unas cervezas con una gran tarta que preparó Mara a una colina desde la que se tiene vista de toda la ciudad. En un momento Caro quedó esperándonos en la puerta de un mercado con la tarta y se le acercaron unas personas para querer comprarle una porción. Al menos ya sabemos que tenemos futuro en el mercado de la gastronomía de barrio, si tan sólo supiéramos también hacer la tarta…
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WE ARE (NOT) THE CHAMPIONS Domingo. Final del mundial. Claro que con Inglaterra afuera (y habiendo perdido el tercer puesto…) el clima mundialista había bajado bastante, pero la final es la final. Claudia se volvía a Francia en el mismo momento en que se jugaba el partido. ¡Con razón el pasaje había salido tan poco! Nos fuimos con Mara a un bar en Camden a ver a los franceses levantar por segunda vez la copa.
El bar estaba repleto de gente con banderas de ambos finalistas, aunque en su mayoria eran ingleses o de otro país. Una francesa emocionada hasta las lágrimas intentaba llamar a sus amigos en Francia, pero se ve que nadie le daba bola del otro lado del teléfono. Un coreano saltaba cantando “On est les champions!”. El mundial tiene esas cosas.
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Dejamos Londres en un bus de National Express que demoró dos horas en salir de la ciudad camino a la ciudad que vio nacer a la banda más grande de la historia.
Próximo destino: Liverpool