Palabra poderosa: Viajar

Orange is the new black

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HOLA HOLANDA

Nos acercamos a Holanda con timidez. Queríamos pasar por Keukenhof y ver los campos de tulipanes antes de llegar a Amsterdam, y La Haya fue nuestro destino elegido para servir de trampolín. La Haya es una ciudad conocida por tener un tribunal internacional, pero más aún por ser una de las calles de Parque Chas.

Lo primero que nos sorprendió de La Haya es la diversidad de transportes públicos que hay para ir a cualquier lado. Tren, bus, y tranvía en un entramado complejo que no pudimos resolver robando wifi y buscando en google, pero que por suerte nos resolvieron en dos minutos en la oficina de la estación. No hablamos holandés, pero todo el mundo habla inglés en Holanda (y muchos se nos enojaron por preguntarles incluso).

Lo segundo que nos sorprendió de La Haya es el Albert Heijn, un supermercado holandés muy barato que te da wifi gratis mientras comprás (o mientras te parás en la puerta, ejem) y que nos dio grandes comidas enlatadas para calentar (un golazo las salchichas en lata, más aún el guiso de arvejas con salchichas que es lo más a lo que puede aspirar una arveja en su vida).

En La Haya paramos en lo que pensamos era un Bed and Breakfast, pero resultó ser la casa de una islandesa sexagenaria que vivía con su marido holandés, un perro rumano, y otro huésped, un italiano llamado Ovidio (aunque creemos que más que italiano era un Pokémon porque ante mis intentos de comunicarme en italiano él sólo repetía “Ovidio, Ovidio”).

AZÚCAR, FLORES, Y MUCHOS COLORES

Tranvía, tren, y colectivo mediante nos despedimos de La Haya y llegamos a Keukenhof, un parque de flores en la ciudad de Lisse, la cual exhibe orgullosa sus tulipanes. La historia de los tulipanes y Holanda es de sobra conocida. Basta con decir que vinieron de Turquía y que poco a poco se fueron convirtiendo en un bien de lujo por el que se llegó a pagar el salario de veinte años de una persona. Hoy en día, casi 500 años después de esa burbuja, los tulipanes abundan en Holanda y los hay de todos los colores imaginables. Keukenhof es un jardín enorme que muestra muchas de estas variedades (y algún que otro no tulipán también), y que se encuentra rodeado de campos de tulipanes, los cuales sorprenden muchísimo al verlos. Grandes extensiones de flores de un solo color, al lado de grandes extensiones de flores de otro color. Sí, se vienen varias fotos de flores a continuación.

I AM STERDAM, HELLO MR STERDAM

De la ciudad de las flores a la ciudad de… caramba qué coincidencia. En Amsterdam nos recibieron Marina, Erdal, y León, que habitualmente viven en Santiago de Chile, pero como el universo siempre conspira, estaban justo unos meses viviendo en Amsterdam. Y nos recibieron con todo lo que Holanda tenía para ofrecer a nuestros estómagos. Ahí probamos esa delicia de arvejas y salchichas, pero también las butter cookies (Caro las amó, para mí eran una barra de grasa dulce), los stroopwaffers (que son como unas obleas redondas híper dulces que te llenan el cuerpo de alegría y cosa buena), quesos de todo tipo (sigo sin entender mucho la diferencia entre el Jung y el Oud), y chocolates ¡con sal! Una mezcla que termina siendo mucho más atractiva de lo que parece. Pero no sólo de comida holandesa vive el hombre, y Erdal nos convidó unas delicias turcas de queso y espinaca para que nos vayamos anticipando a los manjares de su tierra natal. ¡Ñam!

Amsterdam es hermosa. Con canales, puentecitos, y casas muy estrechas (en una época el impuesto se pagaba por el ancho de la propiedad). Las casas son tan estrechas que todas tienen una polea arriba para poder mudar los muebles, y están un poquito inclinadas hacia adelante para que los muebles no golpeen al subirlos. Lo que es estar en todas.

HAPPY BIRTHDAY MR PRES… KING

Y otra de esas casualidades del destino, ese viernes era el cumpleaños del rey y se celebraba en todo Holanda. En Amsterdam todas las calles se visten de naranja y la fiesta dura todo el día. La gente sale disfrazada, tocan bandas, niños tocan instrumentos en las plazas, las familias venden sus cosas a la calle (ese día no se pagan impuestos) y toda la ciudad está en un estado de euforia sin igual. Ebrios. Fumados. Drogados. Todo. Y con una alegría tan grande y con tanto alcohol que pasa de mano en mano, que cuesta imaginar cómo no terminan todos a las piñas en cualquier momento. Pero eso no sucede y se la pasan todo el día felices, bailando, comiendo, tomando, fumando, y riendo mucho. Hay algo muy medieval en esto de festejar el cumpleaños del rey. (Hay algo muy medieval en esto de tener un rey, me acotaron en una charla), pero Konings Dag es una fiesta como pocas (y la comida que venden en cada esquina es merecedora de un post aparte, que ya bastante de gorditos me quedó este). Eso sí, al día siguiente de la fiesta del rey, cuando pasaron los camiones y trabajadores de limpieza, ni rastros quedan del descontrol controlado del día anterior y Amsterdam vuelve a parecer una ciudad como cualquier otra. Y nosotros nos subimos a un bus y nos vamos rumbo a Estrasburgo…