West Highland Way, o cómo enamorarte de Escocia (parte 1)

¿Qué nos llevó a tomar la decisión de caminar las largas distancias entre ciudades? Cuando empezamos a pensar el viaje con Caro y a decidir qué queríamos conocer del Reino Unido nos cruzamos con el West Highland Way. Un camino de varios días que te lleva de las lowlands a las highlands. Unos días de camping en la motaña no sonaban nada mal y empezamos a armar nuestra estadía en Escocia alrededor de ello. Conseguir la carpa, las bolsas, y demases era el primer (y fácil) paso. Armar nuestras mochilas de apenas 40 litros con todo eso fue un desafío mucho más difícil. Llevar más de 20 kilos en la espalda por 10 días fue el desafío mayor.
(N del E: El texto quedó muy largo y decidí partirlo en dos. Prometo no hacer honor a mi pariente George Martin y subir la segunda parte pronto)
DÍA 1 – BUENOS COMIENZOS, DE MILNGAVIE A DRYMEN Antes de comenzar el viaje tuvimos que pasar por una de las tiendas de Glasgow nuevamente. Los bastones para caminar de Caro nos los habían cobrado más caros de lo anunciado y queríamos devolverlos. En lugar de eso nos hicieron un reintegro por la diferencia y nos pidieron disculpas. Impensado y bienvenido. El viaje en tren nos terminó de sacar la modorra . Un viaje en un tren casi vacío que duró poco más de media hora. ¿Nuestros compañeros de viaje? Una familia y otros caminantes, con mochilas y bastones.
El pueblo de Milngavie (pronúnciese “mulgai”) es bastante pequeño y sabe que su supervivencia se debe en gran parte al West Highland Way. Por todos lados hay carteles que te llevan al comienzo del camino y una cafetería al lado del monolito iniciático recibe a los viajeros que lo recorren, tanto a los que arrancan en Milngavie, como los que deciden hacerlo al revés (que son muchos) y terminan acá. Foto obligatoria en el kilómetro cero (o milla cero) y nos metimos de lleno a caminar.
El primer día el camino es duro, uno no está acostumbrado al peso y a caminar, pero a la vez la ansiedad de lo nuevo lo vuelven bastante tolerable. El camino es rural, se pasa por varios campos alambrados y hay ganado por doquier. La vida de una vaca en Escocia, comer, cagar, dormir, y mirar caminantes con mochilas. Hay una destilería de whisky apenas desviándonos del camino. Mis ojitos de perro mojado (y sediento) no lograron convencer a Caro de desviarnos unas millas por un poco de agua de vida. Habrá que esperar a festejar en Inverness cuando lleguemos.
En este tramo del camino hay un par de cafeterías y varios carteles que te motivan a seguir (o a frenar y comer o tomar algo). También encontramos nuestra primera “Honesty box” o “Caja honesta” en la que la gente deja bebidas o helados y una alcancía con precios para que los pagues cuando te los llevás. Nos vino en el momento justo porque la sed estaba haciéndose fuerte y nuestra botella estaba vacía. Una libra la botella de agua es un poco más de lo que nos gusta pagar, pero la mitad de lo que uno paga siempre termina siendo por el momento y el lugar.
El camping de Drymen (pronúnciese “drimen”) estaba justo donde decía que iba a estar, a 14 kilómetros de la salida. No había nadie para cobrarnos, tan solo una latita que esperaba contribuciones: “honesty camping”. Armamos nuestra carpa por primera vez y nos sentamos a admirarla. Después hicimos algo que se convertiría en el ritual de cada día: mirar las fotos de lo que habíamos vivido y analizar el mapa del día siguiente para saber dónde íbamos a parar. Nuestra primera noche de acampada no vimos estrellas y no pudimos disfrutar del silencio, en la carpa de al lado un enorme señor roncaba como un oso enojado. No sé si alguno más que él habrá dormido algo esa noche…
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ABRIENDO PARÉNTESIS ( ¿QUÉ ES EL WEST HIGHLAND WAY?) Uno de los grandes caminos de Escocia. Son 154 kilómetros, o 96 millas, que llevan desde las lowlands a las highlands. El camino recorre antiguas rutas militares, de tren, caminos de carretas, y sube y baja a lo largo de varias colinas. Se estima que treinta y seis mil personas lo recorren de punta a punta cada año.
El camino atraviesa tanto terrenos estatales como privados y hay secciones en las que uno se la pasa abriendo y cerrando tranqueras. A algunos se los nota muy orgullosos de ser parte de esto, llenan toda su sección con carteles contando quiénes son, qué hacen, e incluso qué flora y fauna hay en esa región. Otros aprovechan el paso del camino para poner un hotel, un restaurante, o un kiosquito. Otros directamente ponen rejas al borde del camino, no sea cosa que te desvíes y termines en terreno privado. La guía advierte de esto diciendo que se pide encarecidamente a los caminantes que no se desvíen, dado que el que dio permiso ayer para que pasen por su terreno, puede negarlo mañana si se le empieza a llenar de gente el patio de la casa.
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DÍA 2 – LOS PLANES ESTÁN PARA ROMPERLOS, DE DRYMEN A SALLOCHY MILARROCHY Salimos bien tempranito después de un fuerte desayuno a la ruta. El plan del día era recorrer la primera sección al sur del Loch Lomond y llegar hasta la zona de acampe permitida en la que hay tres campings. De ser posible llegaríamos al tercero, el único que era sólo para caminantes y no permitía autos ni caravanas. Si no, pararíamos una milla antes en el segundo.
Apenas salir nos cruzamos con nuestro conocido oso roncador que venía caminando lento y solo, se ve que hasta su amigo lo abandono después del concierto de anoche. Lo saludamos y seguimos, mientras recordábamos sus sonoros ronquidos.
Unos kilómetros adentro el camino se dividió en dos. Uno que baja por la ruta hasta el lago, y otro que va por el campo y sube una montaña. Creo que hasta el día de hoy (casi dos meses más tarde) Caro me odia por haber insistido en ir por arriba. El sendero se mete en un campo lleno de ovejas y después a subir, subir, subir, y subir. Eso sí, la vista desde arriba al lago paga todo lo que se sufre en llegar.
Como todo lo que sube tiene que bajar, el sendero se mete en un bosque y baja (bastante abruptamente por momentos). Una vez abajo se pega al lago y comienza la parte más cansadora del día. Y en un día en el que subimos una montaña eso es mucho decir. El camino que va por la orilla del lago no es (ni puede ser) recto, son todas subidas y bajadas, de piso mojado y resbaloso. Incluso hay momentos en que con las mochilas que llevábamos a cuestas no podíamos pasar y teníamos que sacarnos todo, cruzar, y volver a equiparnos. Pocas cosas más desgastantes.
El día se fue nublando y las gotas empezaron a aparecer. Uno de los primeros consejos que te dan cuando empezás a planear este camino es: “preparate, el clima en Escocia es impredecible”. Y así es. De las gotitas pasamos a las gotas, y de las gotas a mojarnos como en carnaval cuando éramos niños . Y a caminar lento. Y a embarrarnos. ¿De los campings? Ni noticia. Aún faltaban algunas millas para llegar. A paso lento, pero firme, fuimos acortando distancias, pero el sueño de llegar al tercer camping murió apenas vimos la entrada del primero. La naturaleza nos dio un respiro en la lluvia de quince minutos, tan literales como suficientes para armar la carpa y guardar todo adentro antes de que vuelva el agua. Una ducha caliente, un plato de comida más caliente, y una buena noche de sueño bajo el arrullo de la llovizna. No se necesita nada más.
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ABRIENDO PARÉNTESIS (¿CÓMO ES ESO DE WILD CAMPING?) En Escocia las leyes de acampada son bastante permisivas. Básicamente podés acampar en cualquier lugar que quieras siempre que sea por poco tiempo, sean pocas personas, y que no dejes nada tirado (y nada significa nada, por eso compramos una palita de jardín para poder “ir al baño”). Esto hace que en todo Escocia haya una revolución mochilera como la que profetizaba Kerouac. Gente con mochilas y carpas yendo de acá para allá y acampando en donde la naturaleza se lo permita, incluso en plazas. Algunos ven en esto un abuso de la ley, que se hizo para poder recorrer las secciones más salvajes de Escocia y se usa para ir con el auto, acampar al lado de la ruta, y seguir manejando al día siguiente.
En agunos lugares sin embargo esto no está permitido. En todo el camino que lleva la parte sur del Loch Lomond se prohibió hace pocos años porque si algo aman más que el camping los escoceses es la bebida, y se llenaba de borrachines que con la excusa de “wild camping” ocupaban todo el lugar (y no siempre “no dejaban nada tirado”). Según varios que preguntamos siendo realmente acampantes lo más que nos podría pasar es que un ranger nos sacuda un poco la carpa a la mañana y nos pida que nos movamos, pero preferimos no arriesgarnos y en esta sección dormir sólo en lugares permitidos.
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DÍA 3 – HACIA LO DESCONOCIDO, DE MILARROCHY A DONDE PODAMOS A la mañana siguiente el sol rajaba la tierra. El café con canela que era habitual en nuestro desayuno (una mezcla impensada “que quedó”) nos terminó de despertar y salimos al sendero. Este segundo día al lado del lago nos fue mucho más grato. Si bien el sendero tenía las mismas y molestas subidas y bajadas, la experiencia del día anterior, sumada al mejor clima, nos facilitó mucho las cosas. Eso o la pizza con peperoni que comimos en un barcito al mediodia, no puedo asegurarlo.
En uno de los tantos desvíos del camino nos cruzamos con una pareja de alemanes que fueron nuestros vecinos en los últimos dos campings. Nos saludamos, como uno se saluda con las tantas personas que cruza una y otra vez a lo largo del camino, y nos preguntan: “¿dónde tienen pensado parar hoy?”. Claro, la prohibición de acampar sigue vigente y no hay ningún camping en la zona. Sacamos el mapa y les mostramos que después de cierto pueblo ya se puede acampar libremente y que hay un refugio de montaña, o bothy, en donde se cumplen los veinte kilómetros de camino. Nuestra idea es ver qué tal el refugio y, si no da dormir ahí, buscar un lugar más adelante para acampar. Les gustó nuestro plan y se alegraron de que en algún lugar iban a poder poner la carpa.
El día amagó con llover un par de veces, pero siempre el sol volvió a salir para alegrarnos. Después de un arduo sendero bordeando el lago el camino empezó a subir y subir alejándose del agua. Allí nos encontramos con el refugio, el que pensamos que iba a ser nuestro hogar por una noche. Entramos a visitarlo y Caro amagó a salir espantada de la cantidad de arañas que salieron a recibirnos. De todos modos aprovechamos para descansar un rato, firmar el libro de visitas, y leer lo que pusieron otros que pasaron por ahí. Así nos enteramos que esas arañitas que tan alegremente veníamos espantando en días anteriores eran en realidad garrapatas y que había que tener cuidado porque podían contagiarte la enfermedad de Lyme.
Seguimos viaje y después de un rato nos cruzamos con nuestros vecinos. “¡Hasta mañana!” nos despedimos y nos fuimos a buscar un lugar para nosotros. No pasó mucho hasta encontrar un precioso claro al lado del lago. Armamos la carpa y nos pusimos a buscar hojas y ramas secas para armar un fuego y calentar la cena. El atardecer al borde del lago no pudo haber sido mejor. Y esa noche merecía una de las mejores cenas que teníamos guardadas, un buen haggis escocés.
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ABRIENDO PARÉNTESIS (¿QUÉ ES EL HAGGIS?) Desde chico que había escuchado de esta comida y siempre llamó mi atención. Corazón, pulmón, e hígado de cordero picados, especiados, encebollados, y cocidos adentro del estómago del mismo. Mi imaginación de niño hizo que esto suene intrigante y el sabor (casi treinta años después) no defraudó. Brindo por eso (o brindé por eso, pero esa historia más adelante).
Algunas personas creen que el haggis es un animalito de las montañas y los escoceses se divierten mucho con eso. Tanto que han llegado a inventar historias de haggis salvajes que se ponen violentos y que tienen unas patas más cortas que las otras porque corren por las colinas a altura constante. Si existe otro deporte tan internacional como el fútbol es el delirar a los turistas.
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DÍA 4: ADIÓS AL LOCH LOMOND, RUMBO A INVERARNAN Despertamos con el amanecer y el canto de los pájaros e insectos después de una hermosa noche. Empezamos a preparar el desayuno y apenas hubimos terminado, como una alarma despertador, llegaron ellos: los temibles midges. Vampiros diminutos. Criaturas del infierno, criados bajo las alas del mismo Lucifer. Nos picaron tanto que desarmamos la carpa en tiempo récord y huimos de la zona. Nada como un buen ataque mañanero para salir con la adrenalina bien arriba.
El resto del día tuvo los tramos más complicados al lado del lago, pero sabíamos que no sería por mucho tiempo. Promediando la tarde nos despedimos del Loch Lomond, el sendero se alejaba hacia arriba y ya no volveríamos a ver el lago.
El camino por momentos se hacía eterno. Era una de las etapas más largas que teníamos que caminar desde que habíamos comenzado. Cruzando un puentecito empezamos a escuchar voces cada vez más fuertes. El camping estaba a la vuelta del puente, un camping enorme y repleto de carpas y autos estacionados. La carpa de nuestros vecinos ya estaba ahí, entre tantas otras. Armamos la nuestra y nos dimos una merecida ducha de agua caliente. Eso sí, los midges habían hecho su presencia esa mañana y no nos iban a soltar por el resto del viaje, aparecieron por la tarde y nos complicaron hasta cocinar. ¿La cena? Spam. Couscous con Spam. Casi una oda a Monty Python.
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ABRIENDO PARÉNTESIS (¿QUÉ SON LOS MIDGES?) No sé si son lo mismo, pero pican parecido. Los famosos midges escoceses son como los jejenes del Tigre. Bichos diminutos, casi invisibles, que aparecen como nubecita casi sin avisar y empiezan a picar en toda piel que esté al descubierto.
En Escocia te advierten de ellos en toda tienda de camping y venden varios repelentes especializados, que, como todo repelente, funciona, pero cuando estás en medio de la batalla no detiene a los más valientes. Hay incluso un sitio que se encarga del pronóstico midge de cada región y te informa cuan grave es el asunto para saber qué precauciones tomar.
Nosotros llegamos a comprar una red para la cabeza. La idea es vestirte tapado por completo con pantalones y mangas largas, guantes, la red, y un gorro. Y vimos a muuuchas personas desayunar y cenar así (que son las horas en las que más suelen aparecer estos demonitos). Yo tenía otra red, para mosquitos, y la usé una mañana mientras desarmábamos la carpa. Allí descubrí con horror que los midges, al ser más pequeños que los mosquitos, se pegan a la red y la atraviesan como si fuera un molinete de subte. Bien útil resultó. Al menos los demoraba (?) un ratito. Lo importante es no hacérselas fácil.
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Próximamente: La segunda parte de esta apasionante crónica