West Highland Way, o cómo enamorarte de Escocia (parte 2)

DÍA 5: CAMINANDO A TRAVÉS DE LA HISTORIA, RUMBO A TYNDRUM Por lo general en los campings te dan un límite de “check out” y en este era bastante temprano para nosotros, que nos cuesta arrancar a la mañana. Descubriríamos más adelante que los horarios de camping escoceses se iban reduciendo cada vez más y por poco que no armás la carpa y ya te piden de desarmarla. Esa fue la última vez que vimos a “nuestros vecinos” ya que no los volvimos a cruzar. Esperamos hayan podido llegar sanos y salvos al fin de su camino.
Ese día tuvimos nuestro primer encuentro poco amistoso con unas vacas. A algunos kilómetros de salir del camping nos cruzamos con un arroyo en donde aprovechamos para filtrar algo de agua y llenar nuestra botella. En medio de nuestra tarea empezaron a aparecer vacas, primero una, después dos, después diez, que se nos quedaban mirando desde lejos. Nos dimos cuenta de que estábamos en el camino que habitualmente usan para bajar al arroyo a beber. Se las veía tímidas hasta que apareció la mamá vaca, la hembra alfa, la líder, y encaró hacia donde estábamos nosotros. En las sabias palabras de Melquíades: “¡huyamos hacia la derecha!”.
El camino a Tyndrum es el primero plagado de referencias históricas. Se cruza por las ruinas de lo que fue el priorato de San Felano, un monje que llevó el catolicismo a las tierras altas de Escocia, caminando como buen caminante del West Highland Way (que aún no existía como tal). También cruzamos el antiguo cementerio de la región con tumbas celtas.
Los ecos de la Escocia del pasado se hacía escuchar en ese tramo, y más aún cuando al final del día cruzamos el sitio de la batalla de Dalrigh y el famoso lago en donde Robert the Bruce, el liberador de Escocia, arrojó su espada. Cuenta la historia que después de la derrota Robert escapaba con sus tropas y les pidió que arrojen al lago sus armas más pesadas para poder huir más de prisa. Allí quedó la gran espada de Robert, que algunos dicen medía casi tres metros. La estrategia mucho no funcionó porque igual lograron darles caza, pero sin embargo Robert y los suyos se defendieron con armas livianas y vivieron para terminar de liberar Escocia otro día. Y siglos después van y votan el “No”.
Llegamos a Tyndrum y teníamos dos campings para elegir. Fuimos al segundo para poder estar más cerca de salir del pueblo a la mañana siguiente. El camping de Tyndrum era largo, con una sección de carpas de cada lado. No nos fue difícil elegir dónde poner la carpa, en una de las secciones estaba nuestro amigo del primer camping: el oso roncador. Espero los que durmieron cerca suyo esa noche hayan podido pegar un ojo. ¿Nosotros? Bien, lejos.
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ABRIENDO PARÉNTESIS (¿ROBERT THE BRUCE O WILLIAM WALLACE? ¿QUIÉN ES EL CORAZÓN VALIENTE?) Todos los que vimos “Corazón valiente” recordamos en Robert the Bruce a la figura que “traiciona” a William Wallace cerca del final de la película. La historia como la cuentan los escoceses parece no ser tan así, de hecho nada así. Robert asumió como guardián de Escocia junto con John Comyn, cuando renuncia Wallace después de la derrota de Falkirk.
Robert y Comyn no se llevaban nada bien y Robert lo termina matando acusándolo de traidor en una reunión que habían concretado en una iglesia, lo que le valió la excomulgación. Claro que después lo perdonaron. ¿Cómo vas a excomulgar a un rey? Robert anuncia entonces sus intenciones de convertirse en rey de Escocia y, resumiendo una larga historia, lidera las tropas que derrotan al rey Eduardo I de Inglaterra en la batalla de Bannockburn, logrando liberar a Escocia.
Aparentemente cuando Robert muere intentan llevar su corazón a Jerusalén, como él lo había pedido, pero en medio de una batalla contra los musulmanes los caballeros escoceses se ven rodeados y no tienen mejor idea que arrojar el relicario con el corazón al grito de ¡corazón valiente! Para los que están preocupados el rey Muhammed IV devolvió el corazón de Robert y fue llevado nuevamente a Escocia.
La historia de Robert está llena de traiciones, tanto propias como ajenas, aunque como la historia la escriben los que ganan difícilmente los escoceses las reconozcan. En nuestro corazón no tan valiente William Wallace siempre va a ocupar el lugar que se ganó al grito de “Freedom!”.
DÍA 6: LAS NUBES ESTALLAN, UN DESCANSO EN INVERORAN El mapa no nos mostraba ningún camping por los próximos días, pero había algunas zonas marcadas como “por acá te conviene armar la carpa”. Si bien legalmente podés armar la carpa en cualquier lado, por razones prácticas no te conviene. Hay tierra pantanosa, hay zonas que se inundan, hay zonas muy secas y siempre conviene tener un río o arroyo cerca para poder lavarse y recargar las botellas de agua. Antes de salir de Tyndrum nos equipamos en la última tienda que íbamos a ver por kilómetros y kilómetros y empezamos a caminar.
El camino fue simpático, lleno de ovejas, hasta que llegamos al Puente de Orchy, un puente que fue construído por el ejército escocés para pacificar la región que se encontraba en una constante pelea de clanes. Antes de cruzar el puente paramos en un restaurante a comer una enorme hamburguesa con fritas y aros de cebolla. Un lujo de comida que nos llenó de energía para cruzar el puente y volverlo a construir de ser necesario.
Apenas salimos del restaurante tres escoceses sentados en la puerta del restaurant, tomando unas cervezas y un poco picados me hacen unas señas. Reconocieron mi camiseta de Argentina y quieren hablar. “¡Argentina!” me dicen. “Maradona…” Y ahí pienso, o están contentos por el gol a los ingleses, o están todavía enojados. Los escoceses con el fútbol son impredecibles, y como el mundial acaba de terminar e Inglaterra llego lejos muchos reflotaron ese hincha inglés que llevan bien escondido dentro. William Wallace no estaría muy orgulloso. Pero no, me hacen una seña de dedito en la nariz tomando cocaína y se ríen. Uno me habla en un inglés inentendible, sólo puedo captar dos palabras: “Glasgow” y “Caniggia”. Me río con ellos, “Glasgow rangers!” les digo. Y me vuelven a hacer el gesto de tomar cocaína. Ok, esta charla no está llevando a ningún lado. Y menos cuando uno me mira y dice “Boca Juniors”. Por suerte su amigo lo mira con mucha cara de orto y le dice “River Plate”. Un centro. Mirada cómplica con el gallina escocés, festejamos, y chocamos los puños. Se ve que es el saludo que se estila en la región. El hincha de Boca queda herido en su orgullo: “¡yo también quiero un fistbump!” me dice. Será bostero, pero no estoy para negarle el saludo en chiste a escoceses ebrios. Choque de puños y “goodbye!”, mientras Caro me arrastra hasta la esquina. Sí, eran tres escoceses, pero uno no dijo palabra en toda la conversación y se limitaba a mirar extrañado a sus amigos. Eso o era mudo.
La sempiterna llovizna escocesa nos acompañó el resto del día, hasta que un hermoso sol salió cuando cruzamos el hotel de Inveroran. A cien metros del hotel un puente cruza el rio y ahí hay un hermoso descampado para instalar la carpa. Apenas hay tres carpas y nosotros buscamos un lugar lejos e instalamos la nuestra. Vamos a buscar unas ramas para encender un buen fuego y calentar la cena. En el lugar hay incluso una reja de parrilla que se puede poner sobre el fuego. ¡Qué equipado este puente!
Empiezan a llegar más y más personas. El lugar se llena por completo. Por suerte hoy los midges brillan por su ausencia y después de prender un hermoso fuego cocinamos y descansamos un rato al lado del río. Detrás de nuestra carpa dos alemanes intentan, sin mucho éxito, prender un fuego aún más grande mientras toman una botella de whisky del pico. Del otro lado dos franceses, él vistiendo kilt, también fracasan en prender su fuego. En el puente empiezan a parar motos y autos y salen familias motoqueras con sus carpas y heladeras portátiles. Motociclistas haciendo “wild camping”. Nos despedimos de alemanes y franceses y nos metemos en la carpa listos para descansar.
Silencio.
Llovizna.
Trueno.
Lluvia.
Más truenos.
Y entonces el diluvio.
El cielo se puso completamente negro en apenas unos minutos. La oscuridad fue total y la lluvia caía como si alguien hubiera prendido la ducha. Escuchamos cómo la gente corría para meterse al refugio de sus carpas o autos mientras veíamos a las gotas golpear contra nuestra carpa con furia. Los truenos se escuchaban cada vez más cerca. Uno debe de haber caído en el bosque de al lado porque se sintió que temblaba todo. Y mientras la lluvia seguía cayendo y el silencio delataba nuestros pensamientos. Si la carpa aguantaría tanta agua. Si la carpa aguantaría tanto viento. Y la carpa aguantó.
Poco a poco los truenos se fueron alejando. Poco a poco la lluvia fue cesando. Y la lluvia se convirtió en llovizna. Y el miedo de terminar empapados y sin techo se convirtió en un sueño relajante bajo el suave golpeteo del agua en la carpa.
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ABRIENDO PARÉNTESIS (¿SE PUEDE TOMAR EL AGUA DE LOS ARROYOS ENTONCES?) No. O al menos no lo recomiendan. Hay mucho ganado y puede haber no sólo heces sino también cadáveres en descomposición en algún afluente. Hay un viejo chiste escocés de un campesino que ve a un señor bebiendo del arroyo y baja corriendo la montaña gritándole en su inentendible inglés-escocés que no beba, que el agua tiene caca de oveja. A lo que el señor responde, en perfecto inglés: “disculpe no pude entenderle, soy de Londres. ¿Podría repetirlo?”. “Si claro” dice el campesino, esta vez en perfecto inglés, “Que siga bebiendo que el agua aquí es muy sabrosa”.
Por este motivo recomiendan llevar unas botellas que vienen con filtro instalado, o un filtro para agua. Nosotros llevamos uno de Etekcity que promete filtrar hasta mil litros (y por ahora viene cumpliendo).
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DÍA 7: DONDE PASAN LOS CIERVOS, UNA NOCHE EN KINGSHOUSE Después de nuestra noche de tormenta esperabamos encontrar puro barro por la mañana, pero nada que ver. El río había crecido bastante, pero la tierra había absorbido toda el agua y el camping estaba impecable. Desarmamos la carpa y caminamos por el camino que a los pocos metros se convertía en una pedregosa ruta militar. Las nubes no nos abandonaron en todo el día.
El camino ese día fue largo. A través de un descampado rodeado de pantanos y con una llovizna, esa hermosa llovizna escocesa, casi constante sobre nuestras cabezas. Sabíamos que nos esperaba otro día de acampar en donde pudiéramos, y enorme fue nuestra sorpresa cuando después de mucho caminar encontramos un centro de ski que prometía baños, duchas, comida caliente, y ¡camping! En el centro de ski estaban todos nuestros conocidos: los franceses, los alemanes, y unos viejitos yankees que nos veníamos cruzando desde el primer día y que nos comentaron que en unos meses estarían por Chile.
Como era de esperarse no nos dejaron acampar: “estamos completos” fue la respuesta. Por suerte el centro de ski nos sirvió de refugio ante la lluvia que había redoblado sus esfuerzos. Apenas la lluvia empezó a aflojar nos volvimos a cargar las mochilas al hombro y salimos a la ruta. A unos kilómetros de ahí estaba el hotel de Kingshouse, cerca del cual pasa un arroyo y hay un descampado precioso para descansar antes de seguir camino al día siguiente. Lo que no nos esperábamos es que el hotel esté en reparaciones y enormes máquinas de construcción estén en toda la zona. Cruzando el hotel volvió a estallar la lluvia y esta vez encontramos un precario refugio bajo de un árbol. Nuevamente a esperar que afloje y seguir.
Y esta vez paró. Paró por completo. Seguimos viaje y encontramos el descampado, al lado de un arroyo en el que bebían, a lo lejos y del otro lado del arroyo, varios ciervos. Buena señal. Nadie estaba acampando, sólo había unos muchachos preparándose para cocinar ahora que ya no llovía. Revisamos toda la zona y buscamos el lugar que menos se inundara. Armamos la carpa y guardamos los bolsos adentro. Y al rato empezó a llegar la gente. No tantos como la noche anterior, se ve que algunos habían seguido camino y algunos habían decidido quedarse antes.
Seis o siete carpas se armaron, algunas cerca nuestro, otras un poco más lejos. La tarde fue tranquila, sin lluvias, pero con un poco de frío. Pudimos cocinar algo rico y con el anochecer nos fuimos a dormir. Esta vez la noche no quiso ser menos que la noche anterior. Sin truenos. Sin rayos. Pero nos azotó una tormenta toda la noche a puro viento y lluvia. El viento era tanto que el cubrelluvia daba latigazos contra la carpa a pesar de estar fuertemente atado. Y otra vez la tormenta paso y nuestra carpa volvió a demostrar que no nos iba a dejar en banda. En las buenas, y en las malas mucho más.
A la mañana siguiente nos cruzamos con los viejitos yankees que habían descansado en el centro de ski. “¿Una noche dura?” nos preguntaron y respondimos entre risas recordando la tormenta. Después un cafecito, a admirar las montañas de enfrente, dos impresionantes Munros, y a disfrutar de unos ciervos que pasaron por delante nuestro para darnos la despedida.
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ABRIENDO PARÉNTESIS (¿QUÉ SON LOS MUNROS?) Cualquier montaña en Escocia que tenga más de tres mil pies (algo así como 914 metros) se denomina Munro en honor a Sir Hugh Munro quien fue el primero que hizo el catálogo. Llegar a la cima de estas montañas es uno de los deportes nacionales de Escocia. Puede parecer que la altura no es mucha, pero por la latitud en la que se encuentran y las condiciones climáticas de Escocia son habituales los accidentes y las muertes de aquellos que se animan a subirlas sin una buena preparación. Neblinas espesas, nieve, hielo, y fuertes vientos es lo que uno puede encontrar subiendo. Por eso en nuestro caso fue mejor quedarse abajo y disfrutar la vista, que ya bastante tenemos con el subir y bajar por la ladera.
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Próximamente: La etapa final